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Cosas que ya sabías: en la vida, ser lindx es una gran ventaja

Lic. Nicolás Corvalán


La belleza es una “ventaja” evolutiva que parece obvia. Ya de entrada, por ejemplo, aumenta considerablemente nuestras chances de reproducirnos (y por qué no, en tiempos modernos, de elegir con quién). Yendo al grano: mientras más lindx seas, más chances tenés de que los otrxs quieran %$#”! con vos.

Sin embargo, no sólo de ventajas reproductivas viven lxs lindxs.

Al parecer, según la ciencia, llevar una cara digna de apreciar tiene ventajas en diferentes ámbitos - sociales, económicos, laborales y un largo etcétera - de nuestra vida cotidiana.

Y acá es la parte en la que me decís: “Oh, sujeto que escribe: ¿no se da cuenta usted que la belleza tiene un gran componente subjetivo?”. Y es la parte en la que te digo que sí, que justamente los papers (artículos/investigaciones/estudios) suelen definir la belleza a partir de consensos. En simples palabras: son lindas aquellas personas que la gente dice que lo son. Sin embargo, es muy cierto también que existe un consenso generalizado - con raras excepciones - sobre quién sí es lindo y sobre quién no lo es. A su izquierda, verá la foto del autor de este texto y a su derecha a un conocido personaje de ficción. Probablemente coincidamos en que nuestro querido Gollum no es precisamente un homenaje a las artes visuales.



La belleza, naturalmente, actúa como un sesgo.

Los sesgos son piezas de información que nos desvían del buen camino de la objetividad. Son “patrones de procesamiento” que alteran nuestras percepciones. No quiero defraudarte pero convivís con ellos diariamente. Sí, tu cerebro te engaña. Y muy feo a veces.

Volviendo al tema, mucho de lo que vemos en los demás es influenciado por distintos sesgos en base al género, la vestimenta, la postura y, claro, el rostro. Vamos con un ejemplo: según Sean et al. (2016), lxs alumnxs más lindos son vistos por sus profesores como más inteligentes, más agradables y con mayor potencial. Lo que predispone a un mejor trato, mejores calificaciones y mayor motivación hacia los alumnos agraciados.

Por otra parte, a la hora de conseguir un trabajo tu cara importa (y mucho). En el año 2013 un grupo de científicos argentinos realizó un experimento muy interesante. En resumidas cuentas, se sentaron en la compu, abrieron Linkedin, Computrabajo, Bumeran y otros antros y comenzaron a enviar currículums a lo loco. Aunque con una particularidad: enviaron 2 (dos) veces el mismo currículum pero con una foto diferente (levemente deformada por unos capos del diseño gráfico).




Lo que encontraron fue que las personas con las caras deformadas tuvieron un ¡40%! menos de éxito en sus postulaciones que aquellas sin el rostro modificado, pese a que el currículum era exactamente el mismo. La belleza lo hizo de nuevo.


Pero la cosa no termina ahí.

Otros papers indican que las mujeres consideradas como poco atractivas son valoradas como peores madres que las mujeres atractivas. Vos me dirás: “¿Qué tiene que ver ser buena madre con portar una cara bonita?”. Es la magia de los sesgos que nos hacen sostener - sin evidencia alguna - que X se corresponde con Y.

Estudios con resonancia magnética funcional (un procedimiento que nos permite ver qué áreas de nuestro cerebro están activas) indica que somos más empáticos con las personas que nos resultan más atractivas. Por ejemplo, ver a una mujer linda hacerse daño generó mayor actividad en determinadas regiones cerebrales (asociadas a la empatía) que ver hacer lo mismo a una mujer poco atractiva.

Por último, todavía hay un intenso debate acerca del origen de estos sesgos.

Es decir, si son producto de nuestra cultura (por la insistencia en la infancia en que feo = malo y lindo = bueno) o si esta asociación se arraiga en nuestra biología (ya que desde pequeños, según un estudio, preferimos mirar caras lindas).


Así que no todo es culpa de Disney.

Identificar estos sesgos nos va a ayudar a ser más justos con las demás personas, sin importar si les parece que tienen (o no) una cara bonita.


Referencias

López Bóo, F., Rossi, M. A., & Urzúa, S. S. (2013). The labor market return to an attractive face: Evidence from a field experiment. Economics Letters, 118(1), 170–172. doi:10.1016/j.econlet.2012.10.016.

Slater, A., Von der Schulenburg, C., Brown, E., Badenoch, M., Butterworth, G., Parsons, S., & Samuels, C. (1998). Newborn infants prefer attractive faces. Infant Behavior and Development, 21(2), 345–354. doi:10.1016/s0163-6383(98)90011-x

Talamas, S. N., Mavor, K. I., & Perrett, D. I. (2016). Blinded by Beauty: Attractiveness Bias and Accurate Perceptions of Academic Performance. PLOS ONE, 11(2), e0148284. doi:10.1371/journal.pone.0148284.

Udry, J. R., & Eckland, B. K. (1984). Benefits of Being Attractive: Differential Payoffs for Men and Women. Psychological Reports, 54(1), 47–56. doi:10.2466/pr0.1984.54.1.47.

 

Nicolás Corvalán.

Lic en Psicología (UBA).

Le gusta la Neuropsicología y la chocolatada sin azúcar. Ah y presentarse en tercera persona.

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