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La regulación emocional como proceso transdiagnóstico en psicoterapia

Lic. Milagros Celleri

Lic. Nicolás Vizioli


Que es la regulación emocional


Cuando hablamos de regulación emocional (ER) nos referimos a los procesos a través de los cuales los individuos influyen en las emociones que tienen, cuando las tienen y cómo las experimentan y expresan (Gross, 1998). La ER incluye a la manipulación de los antecedentes emocionales de uno mismo y de otros/as, de uno o más de los componentes fisiológicos, subjetivos o conductuales de las respuestas emocionales (Gross y Levenson, 1993). Las distintas estrategias que permiten regular las emociones, fueron agrupadas por Gross y John (2003) en dos estrategias principales: la reevaluación cognitiva y la supresión expresiva. La reevaluación cognitiva es una forma de cambio cognitivo que implica modelar una situación que podría desencadenar consecuencias a nivel emocional, para modificar su impacto emocional. La supresión expresiva es una forma de modulación de la respuesta emocional que implica la inhibición del comportamiento expresivo del estado emocional. La importancia ER radica en que permite que las personas administren todos sus estados emocionales y, determina con qué facilidad las personas pueden abandonar un estado emocional determinado (Koole, 2009).


En este punto, es posible distinguir estrategias de ER adaptativas y desadaptativas. Las personas con trastornos emocionales(TE) tenderían, según el modelo, a regular sus emociones (por ejemplo la ansiedad o la tristeza) de forma problemática o disfuncional, haciendo que las mismas se perpetúen en el tiempo, o aumentando la intensidad de la experiencia emocional (lo que llamamos, evitación experiencial). Las estrategias disfuncionales de regulación emocional de estas personas oscilan entre la evitación o el intento excesivo de control de las mismas, lo que, de forma paradójica, produce un incremento en su intensidad.


Modelos transdiagnósticos


Los modelos transdiagnósticos, surgen a partir de la puesta en escena de las características en común de determinados trastornos (a partir del campos de la psicopatología y las neurociencias) más que en sus diferencias. Esto se debe a la elevada comorbilidad y solapamiento entre los mismos y las dificultades que se presentan en el abordaje de patologías específicas por protocolos específicos. Los abordajes transdiagnósticos plantean la existencia de procesos cognitivos y conductuales responsables de los síntomas compartidos por los diversos trastornos psicológicos.


Entre los antecedentes pueden ubicarse los trabajos de Fairburn, Cooper y Shafran (2003) y colaboradores, quienes desarrollaron el modelo transdiagnóstico para el tratamiento de los trastornos de la conducta alimentaria. A su vez, Wells (1995) formuló la terapia metacognitiva, la cual hoy es aplicada a diversos trastornos. También contamos con la Terapia dialéctico-comportamental (DBT) desarrollada por Marsha Linehan (1991).

Uno de los protocolos transdiagnósticos más recientes y con más difusión es el protocolo unificado para el tratamiento transdiagnóstico de los trastornos emocionales, formulado por Barlow et al (2017). Este protocolo permite el abordaje de pacientes con sintomatología ansiosa y depresiva comórbida, los llamados “trastornos emocionales”. Posteriormente, surge su adaptación y aplicación a otras entidades clínicas como el trastorno límite de la personalidad, trastornos relacionados con el consumo y otros cuadros relacionados. Estos trastornos comparten ciertos factores etiológicos en común, lo que el autor denomina modelo de “triple vulnerabilidad”.


El modelo de la triple vulnerabilidad contribuye al desarrollo y mantenimiento de los trastornos emocionales, a una vulnerabilidad biológica, una contribución genética, heredable, relacionada con los estudios acerca del neuroticismo (alto afecto negativo, bajo afecto positivo). A su vez, considera una vulnerabilidad psicológica general, nuestras experiencias y vivencias tempranas, y una vulnerabilidad psicológica específica, las respuestas particulares frente a las emociones de cada uno. Estas últimas vulnerabilidades relacionadas con experiencias tempranas adversas y el aprendizaje se combinan con la vulnerabilidad biológica, y dan lugar a la manifestación de los distintos trastornos que componen el espectro de los trastornos emocionales.

El protocolo se basa en la regulación de las emociones, factor que según estos autores, se encarga del mantenimiento de los TE, ya que los intentos excesivos de controlar las emociones, disfuncionales o poco adaptativas (como la evitación o la supresión cognitiva), lleva paradójicamente a la intensificación de la experiencia emocional y al mantenimiento de la misma en el tiempo.


El objetivo del tratamiento consiste en enseñar a los pacientes a poder regular sus emociones de forma más adaptativa, para ello, se utilizan estrategias de psicoeducación, reevaluación cognitiva, aceptación y mindfulness, exposición interoceptiva, emocional y en vivo. A través de cinco módulos: conciencia de la emoción centrada en el presente, flexibilidad cognitiva, evitación emocional y conductas impulsadas por emociones, conocimiento y tolerancia de las sensaciones físicas, exposición interoceptiva y a las emociones. El protocolo incluye también un capítulo de motivación para el cambio basado en los principios de la entrevista motivacional.


Conclusiones

En los últimos años se ha gestado un cambio en lo referido a la evaluación psicológica en el ámbito clínico y los tratamientos. Hubo un pasaje de modelos psicoterapéuticos centrados en trastornos a modelos basados en procesos transdiagnósticos. Esta nueva forma de abordaje permite sortear la problemática de la comorbilidad, y ha dado paso a la generación de nuevas investigaciones e intervenciones. Dentro de este marco, el protocolo unificado propuesto por Barlow constituye un avance importante para el tratamiento de los trastornos más frecuentes: la ansiedad y la depresión.


Referencias

Barlow, D. H., et al (2017). Unified protocol for transdiagnostic treatment of emotional disorders: Therapist guide. Oxford University Press.

Fairburn, C. G., Cooper, Z., & Shafran, R. (2003). Cognitive behaviour therapy for eating disorders: A “transdiagnostic” theory and treatment. Behaviour Research and Therapy, 41(5), 509–528. https://doi.org/10.1016/S0005‐7967(02)00088‐8

Gross, J. J. (1998). The emerging field of emotion regulation: An integrative review. Review of General Psychology, 2, 271–299. https://doi.org/10.1037/1089-2680.2.3.271

Gross, J. J., & John, O. P. (2003). Individual differences in two emotion regulation processes: Implications for affect, relationships, and well-being. Journal of Personality and Social Psychology, 85(2), 348–362. https://doi.org/10.1037/0022-3514.85.2.348

Gross, J. J., & Levenson, R. W. (1993). Emotional suppression: physiology, self-report, and expressive behavior. Journal of personality and social psychology, 64(6), 970. https://doi.org/10.1037/0022-3514.64.6.970

Koole, S. L. (2009). The psychology of emotion regulation: An integrative review. Cognition and emotion, 23(1), 4-41.https://doi.org/10.1080/02699930802619031

Linehan, M. M., Armstrong, H. E., Suarez, A., Allmon, D., & Heard, H. L. (1991). Cognitive-behavioral treatment of chronically parasuicidal borderline patients. Archives of general psychiatry, 48(12), 1060-1064. https://doi.org/10.1001/archpsyc.1991.01810360024003

Wells, A. (1995). Meta-cognition and worry: A cognitive model of generalized anxiety disorder. Behavioural and cognitive psychotherapy, 23(3), 301-320. https://doi.org/10.1017/S1352465800015897.


 

Milagros Celleri

Lic. en Psicología UBA.

Docente de Psicofarmacología, Facultad de Psicología UBA.

Amante del ballet y de los gatos.





Nicolás Vizioli.

Lic. en Psicología UBA.

Docente de Psicométricas I, Facultad de Psicología UBA.

Hincha de River y orgulloso padre de dos gatitas.

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