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Psicología clínica como práctica científica

Dr. Cristian Garay


La ciencia psicológica clínica se ocupa de proveer conocimiento científico para aliviar el sufrimiento de las personas aquejadas por trastornos mentales. Cuanto mayor y más duradero sea el impacto de su tarea, menos sufrimiento y limitaciones experimentan las personas. Para poder realizar esta noble tarea, los psicólogos clínicos deben poder integrar en su práctica la mejor evidencia científica disponible.


Una vez que escribimos esto, podemos ir a la cruda realidad. ¿Cómo lograr que las personas reciban el mejor tratamiento disponible para sus problemas? Esta pregunta nos lleva a la siguiente: ¿Cómo lograr que los profesionales estén en condiciones de proveer este tratamiento? Describamos algunos principios que pueden orientarnos. Uno, desde una perspectiva científica las cosas no son de una manera porque las dice alguien que sabe, alguien con autoridad. Como profesionales comprometidos con la ciencia psicológica clínica, debemos desalentar la adoración de figuras de autoridad, debemos alentar el pensamiento crítico, la sospecha, el escepticismo. Desconfiar de lo que dice alguien, cuánto más famoso, más sospechoso. Los niveles de evidencia se ordenan de ese modo (Echeburúa, Salaberría, de Corral, & Polo-López, 2010).


¿En qué debemos basarnos entonces? En la mejor evidencia científica disponible. ¿Dónde la encontramos? En los estudios científicos. Debemos centrarnos en la evidencia que proveen. Pero la práctica clínica consiste en integrar esa evidencia en el contexto de las características, cultura y preferencia de los pacientes (APA, 2006). El proceso de toma de decisiones clínicas se realiza en esa integración y considerando también la calificación clínica (expertise) de los profesionales. Los estudios científicos nos muestran qué procesos terapéuticos son relevantes para ayudar a una persona a superar, a veces a sobrellevar, una condición determinada (Hofmann & Hayes, 2019). De este modo, si alguien padece un trastorno psicótico, debemos seguir la mejor evidencia disponible en un momento determinado: proponer a las personas afectadas un trabajo en un equipo de salud, inclusión de un tratamiento farmacológico, intervenciones psicoeducativas familiares, intervenciones de inserción social, laboral. Si una persona tiene un trastorno de ansiedad, las intervenciones cognitivo-conductuales deben proponerse como la primera línea de intervención. Esto no es una opción para el profesional comprometido con una práctica científica, es lo que sugiere toda la evidencia disponible.


La pregunta clínica que surge de un caso en particular debe llevar al profesional a realizar una búsqueda acerca de lo estudiado sobre el problema o los problemas que presenta. Actualmente, la cantidad de publicaciones sobre cualquier temática suele ser abrumadora. Un clínico puede encontrar 7.223 estudios sobre depresión publicados en el último año (búsqueda hecha en PubMed, 24 de agosto de 2020). Claramente la gran producción científica en el campo de la psicopatología es algo que debe alegrarnos y alentarnos a permanecer actualizados. Pero también representa un problema práctico. ¿Cómo saber cuáles leer? ¿Cuáles son clínicamente relevantes? Las guías clínicas elaboradas por organismos de salud llevan adelante la tarea de evaluar dichas publicaciones, sus alcances y limitaciones, y extraer conclusiones clínicamente relevantes (Garay & Korman, 2008).


Por su parte, las personas afectadas por los diversos trastornos mentales tienen derecho a saber si están recibiendo el tratamiento acorde al estado de conocimiento científico para su problema. Idealmente, el acceso a este conocimiento no debe estar restringido, debe ser público, abierto, disponible para toda la comunidad. Las políticas en salud deberían tender hacia ese ideal. Ahora bien, es también importante destacar que si las personas prefieren tomar otros caminos, son libres de hacerlo. Con la salvedad siguiente: para poder elegir ese otro camino, debe conocer el que debemos proponer, aquél basado en la mejor evidencia disponible. Si se le oculta la información y se supone que la persona elige simplemente porque confía en su profesional, porque tiene un título, y establece una buena relación, brinda una escucha, y parece poseer sabiduría por una gran biblioteca detrás de su poltrona, se está ejerciendo un abuso de poder. La persona no está eligiendo libremente. El consentimiento informado supone que las personas accedan a su diagnóstico y a las opciones de tratamiento disponibles, estudiadas o al menos consensuadas para su problema clínico. Sin información, el consentimiento es forzado, no es libre, está condicionado.


La práctica de la ciencia psicológica clínica es una tarea que requiere de quienes ejercen una actitud abierta a la innovación, libre de dogmas o modelos cerrados, libre de intereses corporativos y abierta a los cambios que produzca el incesante avance en el conocimiento de la psicopatología como ciencia de los trastornos mentales y la terapéutica que pueda derivarse de ella.


Referencias

APA Presidential Task Force on Evidence-Based Practice. (2006). Evidence-based practice in psychology. The American Psychologist, 61(4), 271.

Echeburúa, E., Salaberría, K., de Corral, P., & Polo-López, R. (2010). Terapias psicológicas basadas en la evidencia: limitaciones y retos de futuro. Revista argentina de clínica psicológica, 19(3), 247-256.

Garay, C., & Korman, G. (2008). Guías clínicas en salud mental: la situación en Argentina. Vertex. Revista Argentina de Psiquiatría, 19(77), 491-495.

Hofmann, S. G., & Hayes, S. C. (2019). The future of intervention science: Process-based therapy. Clinical Psychological Science, 7(1), 37-50.

 

Dr. Cristian J. Garay

Psicólogo clínico

Docente e investigador de la Universidad de Buenos Aires

"Me gusta cocinar y andar en bicicleta"





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