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Salud Mental: Una Prioridad

Introducción

El día 10 de Octubre se celebra el Día Mundial de la Salud Mental. La Organización Mundial de la Salud - OMS (1948) define a la salud mental como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones, o enfermedades”. Esta definición permite concebir a la salud de manera integral y en términos positivos, y no solamente cuando de enfermedad, trastorno o problema se trata. Desde la revista REpsi, entendemos a la salud mental como una prioridad: no hay salud sin salud mental. Por eso, nos disponemos a hacer un breve recorrido sobre la actualidad de la salud mental en tiempos de aislamiento y pandemia.


Situación Mundial Actual de la salud mental

Este año nos encontramos en un contexto crítico. La pandemia por COVID-19 ha impactado significativamente de manera negativa en los servicios de salud mental en el 93% de los países del mundo, ya sea paralizándolos o perturbándolos. Por ejemplo, más del 60% de los países informaron perturbaciones en los servicios de salud mental destinados a personas vulnerables, niños y adolescentes, personas mayores y mujeres en situación de embarazo o post embarazo. Un 67% detectó perturbaciones en servicios de orientación psicológica y psicoterapia, un 35% en intervenciones de emergencia, y un 30% en el acceso a medicamentos psicofarmacológicos (OMS, 2020b).

No solamente se vio afectado el sistema de salud, sino también el contexto actual generó un impacto negativo a nivel psicológico en la población. Además de la angustia que genera el aislamiento social, el miedo al contagio, la pérdida de familiares, se suma la preocupación por la economía familiar y la educación en el hogar en aquellos que tienen niños, los cambios en las rutinas, y la pérdida del contacto con nuestras redes de apoyo (OMS, 2020a; OPS 2020). En una revisión sistemática realizada a partir de situaciones de cuarentena suscitadas por enfermedades infectocontagiosas previas al COVID-19, Brooks et al. (2020), mencionaron entre los estresores más importantes a la duración del período de aislamiento social, el temor a la infección, la frustración, el aburrimiento, la carencia de insumos básicos adecuados y la recepción de información inadecuada, no validada.

Inclusive, se ha indicado que se debe prestar atención a los sentimientos de soledad y promover la conexión social para evitar problemáticas como el suicidio (Courtet et al.,2020). De hecho, se ha señalado la importancia de trabajar con el personal de salud para prevenir el suicidio, entre otras consecuencias posibles debido aumento de sintomatología psicológica causado el trabajo realizado en condiciones laborales adversas (Montemurro, 2020). Teniendo en cuenta además el malestar que genera el gran prejuicio, discriminación y estigma que se han reportado por parte de la población hacia el personal sanitario, o a personas que se han contagiado (Holmes et al., 2020).

Sumado a esto, diversos estudios alrededor del mundo han reportado una variedad de consecuencias adversas ocasionadas por la pandemia y el aislamiento social. Rajkumar (2020) realizó una revisión sistemática considerando los estudios realizados hasta el momento sobre el impacto psicológico asociado a la COVID-19 y el aislamiento preventivo obligatorio. Halló que las reacciones más comunes han sido aumentos en la sintomatología vinculada a la ansiedad y la depresión. En concordancia, Cao et al. (2020) en un estudio de 7143 personas en China encontraron que el 0,9% experimentaba ansiedad severa, el 2,7% ansiedad moderada y el 21,3% ansiedad leve.

Odriozola González et al. (2020), por su parte, reportaron una prevalencia de síntomas de ansiedad del 32%, de depresión del 44% y de estrés del 37% en una investigación que incluyó a 3.550 participantes adultos españoles. Informaron que la sintomatología aumentaba en los grupos de mujeres y también en los más jóvenes. También la sintomatología era mayor en quienes manifestaron la presencia de síntomas de COVID-19, los que presentaron antecedentes de tratamientos psicológicos, los que refirieron consumir medicación psicoactiva y los que manifestaron relaciones conflictivas en sus relaciones sociales, en particular con el grupo conviviente.

En una encuesta de 1381 participantes realizada en Canadá por Hamza et al. (2020), se concluyó que durante las primeras etapas de la cuarentena, el distanciamiento social de corta duración se asociaba con incrementos de malestar psicológico como pánico, perturbaciones emocionales y depresión. Lo que implica que incluso luego de períodos cortos, medidas no tan restrictivas pueden llevar al malestar psicológico.

Filtzpatrick et al. (2020), evaluó a 10368 personas adultas de Estados Unidos. Encontrando que las mismas reportaban sentir miedo (en promedio, 7 en una escala de 10) en relación al COVID-19. Siendo esto más prevalente en zonas con altos índices de contagio. Además, los síntomas depresivos fueron, en promedio, elevados y el 25% de la muestra reportó ansiedad de moderada a severa.

En una línea similar, Mazza et al. (2020) en un estudio con 2766 participantes, llevado a cabo en Italia, encontró que conocer personas infectadas por el virus se asociaba con mayores niveles de depresión y estrés. A su vez, tener un historial de problemas médicos o haber atravesado situaciones estresantes también se asociaba con niveles más elevados de estas dolencias. Por último, las personas jóvenes que debían salir a trabajar también reportaron mayores niveles de estrés y ansiedad.

También es de relevancia considerar que la pandemia afecta particularmente a grupos minoritarios o más vulnerables. Por ejemplo, Miller et al. (2020), al estudiar una muestra de hombres pertenecientes a minorías sexuales (gay/bisexuales), encontró que el 75% había padecido alguna forma de sueño sin descanso en la última semana. Un total de 203 (42,6%) reportaron dormir peor calidad de sueño de lo usual desde el inicio de la pandemia. 77(16,1%) reportaron dormir más de lo usual pero no sentirse descansado. Sumado a esto, de los 280 participantes que reportaron dormir peor o no sentirse descansados casi el 85% reportó que la preocupación por la pandemia contribuía a dichas dificultades. Los porcentajes de dificultades al momento de dormir fueron más elevados en aquellos cuya situación financiera se vio perjudicada durante este periodo o que no tenían empleos full-time.

Otro estudio relevante es el realizado por Qiu et al. (2020), que mediante una serie de encuestas llevadas a cabo en China evaluó a 52.730 personas. El 35% de los respondientes padecían distrés psicológico las mujeres eran más propensas a padecer de estrés y tenían un mayor riesgo de desarrollar estrés postraumático. Estos resultados se asocian a las tasas de contagios de las distintas zonas. Sin embargo, también se concluyó que los niveles de estrés eran afectados por la disponibilidad de recursos médicos y la eficiencia del sistema de salud. Esto se debe a que en zonas como Shanghai, que son consideradas de alto riesgo debido a la gran cantidad de población migrante que reside en la zona, no se reportó niveles elevados de estrés, lo que se explica por el prestigio del sistema de salud que caracteriza a dicha área.


La situación en Argentina

Los estudios revisados en el apartado anterior muestran que a nivel mundial existe una tendencia al aumento de sintomatología asociada al estrés, la ansiedad y la depresión, así como alteraciones en el sueño. Resultados que se han replicado en distintas investigaciones llevadas a cabo en Argentina, donde a partir del Decreto 297/2020, se sancionó el aislamiento social, preventivo y obligatorio.

En Argentina, destacan las investigaciones realizadas por Etchevers, Garay, Putrino, Grasso, Natalí & Helmich (2020) y Etchevers, Garay, Putrino, Grasso & Natalí (2020), dentro del marco del Observatorio de Psicología Social Aplicada (OPSA). Quienes realizaron un estudio que permitió comparar el impacto psicológico a los 7-11 y 50-55 días de cuarentena en población argentina, tomando en cuenta dos muestras: 2631 casos recolectados entre los días 7 y 11 días del aislamiento y 2068 casos recabados entre los días 50 y 55 días, residentes de la Ciudad de Buenos Aires, la Provincia de Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Mendoza, Neuquén y Tucumán. Hallaron un aumento significativo de la sintomatología psicológica, así como en el riesgo de padecer un trastorno y un aumento en los cambios de hábito del sueño. A su vez, reportaron que los adultos jóvenes reportan mayor sintomatología que los adultos mayores. Por último, encontró que el consumo de alcohol fue aumentando con los días de duración del aislamiento (Etchevers, Garay, Putrino, Grasso, Natalí & Helmich, 2020).

En línea con los resultados obtenidos por Etchevers, Garay, Putrino, Grasso, Natalí & Helmich (2020), Brooks et al. (2020) reportaron que cuanto más larga era la cuarentena, mayores eran los síntomas psicológicos, prevaleciendo síntomas de estrés postraumático y conductas de evitación. No es un dato menor, teniendo en cuenta que en Argentina, más específicamente en el AMBA, vamos superando los 200 días de cuarentena. En contrapartida, la flexibilización de las medidas de la cuarentena se asocian con menor sintomatología psicológica, aunque no con una reducción del riesgo de trastorno mental (Etchevers, Garay, Putrino, Grasso & Natalí, 2020). Tal y como lo mencionan Etchevers, Garay, Putrino, Grasso & Natalí (2020), el impacto psicológico de la cuarentena es relevante y debe considerarse en conjunto con todos los otros aspectos de orden sanitario.

Además de los resultados obtenidos, resultan de importancia ciertas características del estudio: por un lado, la muestra es lo suficientemente grande, y está compuesta por participantes de distintas regiones. Esto permite una visión global y compleja del fenómeno de interés. Por otro lado, se utilizó la versión abreviada de un instrumento utilizado en distintas investigaciones a lo largo del mundo, el SCL (Derogatis, 1994), adaptado a la Argentina por María Martina Casullo y Marcelo Pérez en 2004; de manera tal que la información obtenida resulta relevante y confiable, y debe ser tomada en cuenta para el diseño de políticas públicas e intervenciones adecuadas.

Ahora bien, teniendo en cuenta esta información ¿Qué políticas públicas se han implementado para paliar el impacto negativo a nivel psicológico provocado por el aislamiento social, preventivo y obligatorio?

A 180 días de la cuarentena, un 73% de la población encuestada (3276 casos) en el estudio realizado por el Observatorio de Psicología Social Aplicada (2020) manifestó que el Gobierno Nacional debía implementar políticas destinadas a lograr un equilibrio entre lo económico y lo sanitario. Sin embargo, un 72% expresó que consideran que el Gobierno Nacional sólamente prioriza lo sanitario. Esta percepción resulta paradójica, pues la curva en salud mental no solamente no disminuye, sino que además se han incrementado indicadores como “angustia” y “pérdida del sentido de la vida”. En este mismo sentido, un 40% de la población encuestada expresa sentirse “algo peor” que antes de la cuarentena, y un 24% manifiesta sentirse “mucho peor”. Entonces, ¿Realmente se está priorizando lo sanitario, cuando en realidad sólo se están destinando acciones a reducir el contagio? No. Claro que no.

Dentro de las medidas adoptadas para afrontar la situación de pandemia, la salud mental ha pasado a un segundo plano, adoptando una mirada sesgada de la salud, vinculada fuertemente al modelo médico hegemónico. Existen distintas evidencias acerca de esta situación. En primer lugar, si bien es cierto que es posible localizar como objetivo de las medidas el aplanamiento de la curva de contagio, no se han tomado medidas para reducir el impacto psicológico ocasionado por el aislamiento. Lo cual es una actitud que sin dudas puede traer problemáticas a futuro. Es preciso recordar que en el estudio epidemiológico realizado por Stagnaro et al. (2017) los grupos de trastornos más prevalentes fueron los de ansiedad y del estado del ánimo y que solo un tercio de aquellas personas que tenían diagnósticos severos habían recibido tratamiento. A la luz de la evidencia actual, que muestra un aumento en la sintomatología psicológica, resulta fundamental diseñar políticas destinadas a aminorar los efectos psicológicos que pudieran provocar la pandemia como el aislamiento.

En segundo lugar, es de importancia mencionar que actualmente, y durante toda la duración del aislamiento, los aportes que la Psicología como la Terapia Ocupacional y la Musicoterapia, han sido relegadas a un papel secundario, no declarando a las disciplinas como esenciales. Únicamente, luego de 100 días, se declaró a las actividades como exceptuadas. Este hecho resulta particularmente agraviante teniendo en cuenta que otras disciplinas vinculadas a la salud habían sido declaradas esenciales anteriormente, como es el caso de la Medicina o la Odontología, de acuerdo al Decreto 297/2020.


Conclusión

Como consecuencia de la situación actual, en el mundo se ha registrado un aumento de sintomatología psicológica, particularmente la vinculada a trastornos emocionales y alteraciones del sueño. Esta preocupante situación revela la urgente necesidad de que los estados prioricen y destinen más presupuesto a la atención en salud mental. Según la OMS (2020b), si bien el 89% de los países reconocen la importancia de la salud mental y el apoyo psicosocial para mejorar el bienestar de la población, sólo un 17% expuso tener el presupuesto necesario para destinar a salud mental. Para evitar una crisis en salud mental, es crucial en primer lugar, considerar a la salud mental como una prioridad tan importante como la salud física, y por otro lado y no menos significativo, aumentar exponencialmente el financiamiento a los servicios en salud mental, equipar a los mismos con recursos tecnológicos que permitan asistir a la población y brindar atención psicológica a distancia.

En Argentina, sin embargo, no puede dejarse de mencionar que, tanto la labor de la Psicología como la Terapia Ocupacional y la Musicoterapia, no fueron consideradas desde el primer momento como actividad esencial. Tuvieron que pasar más de 100 días, para que estas prácticas puedan quedar exceptuados del aislamiento social preventivo y obligatorio en el AMBA (Decreto 297/2020); y a pesar de esto ninguna es considerada actividad esencial. En concordancia con esta decisión política, no se han implementado políticas públicas para aminorar el impacto del aislamiento preventivo obligatorio. Cabe destacar que, según la OMS (2020a) aquellos gobiernos que prioricen la salud mental y destinen un aumento presupuestario a los servicios en salud mental, generarán medidas beneficiarias no solo para la salud de la población, si no también a la economía. Se estima que antes de la pandemia, se generaban pérdidas anuales de un billón de dólares solamente por depresión y ansiedad. Algunos estudios, manifiestan que cada 1 dólar destinado para el tratamiento basado en la evidencia, para tratar ambas patologías generará una restitución de 5 dólares. Es decir, que la prevención provoca beneficios tanto a nivel salugénico para las personas como a nivel económico para los estados.

Este 10 de Octubre, en el Día Mundial de la salud mental, es fundamental concientizar y visibilizar sobre la importancia de la misma para poder alcanzar un mayor grado de bienestar. Es preciso que el Estado argentino comience a entender a la salud mental como una parte fundamental de la salud y no como una variable de segundo orden. Retomando la definición de salud del principio de este documento, la salud incluye tanto un estado de bienestar físico como mental y social. Justamente en esas áreas los actores de la salud mental, desde la Psicología, la Musicoterapia y la Terapia Ocupacional, tenemos mucho para aportar.


Referencias

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